2.2. Las Academias.
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Academia de Dibujo, Alcázar de Madrid, 1728) |
Escuela grande de San Roque. 1478. Venecia. Imagen de Wikimedia commons bajo dominio público.
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Las academias preceden a un sistema escolar organizado, y se crearon para la formación de artistas. Se atribuye a Vasari la creación de la primera academia en Florencia en 1563, le sigue otras en Roma, Bolonia y Milán, extendiéndose por otras ciudades de Europa.
Con las Academias se rompe con los ideales renacentistas y con el concepto de artista artesano vigente en el Renacimiento. La formación que se imparte es científica y de carácter oficial. Frente al concepto de genio, de persona tocada por la gracia, las academias establecen un modelo de artista intelectual capaz de alcanzar la perfección técnica a través del aprendizaje de métodos y reglas.
El aprendizaje daba prioridad a la enseñanza del dibujo. El alumno se incorporaba con doce años. Al inicio copiaba láminas sobre geometría básica, después las láminas reproducían partes del cuerpo, continuaban copiando dibujos más elaborados de artistas consagrados o copias de esculturas y relieves de reproducciones clásicas griegas y romanas, para terminar dibujando del natural, objetos o modelos, atendiendo a conceptos de anatomía, proporción y encaje.
Además, las academias consiguieron el monopolio de las enseñanzas artísticas y promovieron concursos y exposiciones contribuyendo a crear estereotipos artísticos.
Hija directa de las academias italianas, en 1648 se crea la academia francesa de Pintura y Escultura, dirigida por Jean Baptiste Colbert, muy ligada a los poderes del estado, estaba financiada por el rey, dictaba normas y cánones estéticos que eran supervisados por el mismo estado. Se vuelve la vista a la antigüedad y se multiplican los temas históricos y mitológicos y confirieron a Francia la hegemonía artística frente a Italia. En ella, además de la enseñanza prioritaria del dibujo, se impartían Arquitectura, Geometría, Astronomía, Perspectiva, Historia, Anatomía y Aritmética. El modelo de enseñanza se basaba en la transmisión de conceptos a través del dibujo del natural. Los alumnos recibían dos horas de clase diaria de dibujo, con un aumento progresivo de complejidad, como en el Renacimiento y cada cierto tiempo cambiaban de profesor, normalmente, un artista de prestigio, para evitar la influencia de estilos personales.
Durante el siglo XVIII las academias, que ya se han extendido a España, Alemania e Inglaterra, alcanzan su momento álgido, con la llegada de nuevos conceptos filosóficos y el patrocinio del Estado. La academia desaparece en 1793, pero unos años más tarde, en 1826, se inicia la enseñanza formal del arte en Francia.